26/11/2025
La llegada de Osvaldo Lobato a la Secretaría Gremial de la CGT marca un cambio de tono dentro de la central obrera. El dirigente metalúrgico asumió con un mensaje claro: la organización necesita volver a estar cerca de sus bases, recuperar credibilidad y enfrentar a un poder económico que, según él, busca avanzar sobre los derechos laborales.
Lobato, figura fuerte de la UOM San Martín, reconoce que el gremio no obtuvo el lugar de peso que pretendía dentro del nuevo esquema de conducción. Sin embargo, considera que la Secretaría Gremial será una herramienta estratégica para reforzar la presencia de los metalúrgicos en el debate interno y en la próxima discusión por la reforma laboral. Su apuesta es simple: volver a instalar una agenda más combativa y con mayor representación territorial.
En sus primeras definiciones públicas, el dirigente apuntó directamente contra los grupos de poder económico, a quienes acusa de intentar "disciplinar" al movimiento obrero utilizando la desocupación como mecanismo de presión. Para Lobato, la CGT deberá tener una postura activa, con presencia en la calle si es necesario, para frenar cualquier intento de flexibilización que implique pérdida de derechos.
Otro eje central de su gestión será abrir las puertas de Azopardo. El metalúrgico quiere habilitar el ingreso de más de 40 organizaciones que llevan años esperando la aprobación de su afiliación. La idea es construir una CGT más amplia, federal y con capacidad de incorporar sectores que no han tenido voz dentro de la estructura tradicional.
Lobato también planteó una fuerte autocrítica: sostuvo que la CGT se fue alejando de los trabajadores, discutiendo temas que no representaban sus urgencias reales. Por eso, pidió un proceso de renovación interna y no descartó que algunos dirigentes deban dar un paso al costado para recuperar la confianza perdida.
Con este plan, el dirigente anticipa una etapa marcada por tensión, conflictos y un intento de reposicionar al movimiento obrero en un escenario político cada vez más hostil. Para él, el desafío es claro: reconstruir el vínculo con los trabajadores y defender la centralidad del movimiento obrero frente a un contexto que considera amenazante.
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