16/12/2025
A más de cien días del inicio del acampe, los 302 trabajadores despedidos sin indemnización de la fábrica de porcelanatos ILVA, en Pilar, continúan reclamando reincorporación laboral o el pago íntegro de lo que les corresponde por ley. La protesta se mantiene frente a la planta cerrada, convertida en un símbolo del impacto social de la crisis industrial, que ya dejó cerca de 1.500 cesanteados en la ciudad.
Los despedidos cuestionan la versión empresaria que atribuye el cierre a la caída de ventas y a la apertura de importaciones. Desde el acampe aseguran que se trató de una decisión deliberada para avanzar en la precarización laboral. Señalan, además, que la empresa incorporó maquinaria nueva semanas antes de bajar la persiana y luego propuso ante la Justicia una reapertura parcial con apenas 40 empleados y nuevas condiciones de contratación, muy por debajo de los derechos vigentes.
El relato de los trabajadores expone el quiebre abrupto de proyectos de vida construidos durante décadas. Con más de 20 años de antigüedad, varios de ellos estaban próximos a la jubilación y hoy dependen de ayudas familiares o de empleos informales. "Nos dejaron sin trabajo y sin indemnización, usando el contexto económico como excusa", repiten desde el campamento, donde remarcan que la empresa nunca cumplió con su obligación básica: pagar lo adeudado.
Entre los puntos que la firma consideró "costos excesivos", los trabajadores mencionan el transporte, el comedor y la cobertura médica, beneficios que fueron eliminados de un día para otro y que hoy agravan la situación de cientos de familias. Algunos ex empleados se vieron forzados a ingresar a la economía de plataformas, con jornadas de 12 a 14 horas diarias, ingresos inestables y sin protección social, una realidad que contrasta con el discurso oficial que presenta este modelo como alternativa de empleo.
Mientras se desarrollan audiencias conciliatorias en la Secretaría de Trabajo, el acampe se sostiene con turnos rotativos, ollas populares y un fondo de lucha. En las últimas semanas, la CGT expresó su respaldo y continúa explorando vías de solución, aunque hasta ahora no hubo avances concretos. Los trabajadores insisten en que no buscan perpetuar la protesta, sino cobrar lo que les corresponde y recuperar una vida laboral previsible.
A la entrada del campamento, cruces y remeras con nombres y años de antigüedad sintetizan el reclamo. Para los despedidos de ILVA, el cierre no fue solo el fin de una fábrica, sino la destrucción de un entramado social y laboral que el Estado, hasta ahora, no logró recomponer.
COMPARTE TU OPINION | DEJANOS UN COMENTARIO
Los comentarios publicados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de sanciones legales.